Título: Invictus
Año: 2.009/134'/ USA
Dirección: Clin Eastwood
Guión: Anthony Peckham (Libro John Carlin)
Música: Kyle Eastwood, Michael Stevens
Reparto: Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones
Clint Eastwood nos tiene acostumbrados a grandes películas, algunas de ellas son mucho más que eso. A mi juicio películas como Bird (1.998), White Hunter, Black Heart (Cazador Blanco, Corazón Negro, 1.990), Unforgiven (Sin Perdón, 1.992), Letters From Iwo Jima (Cartas desde Iwo Jima, 2.006), o Gran Torino (2.008) harán que Clint Eastwood sea recordado como uno de los más grandes de la historia del cine. Invictus no es una de sus grandes películas. Y aquí hay que distinguir dos aspectos, por un lado el emocional y por otro lado el racional. Ver una película, otra, sobre Mandela, predispone al espectador a empatizar con la misma, otra cosa es analizar la película.
Tampoco estoy muy de acuerdo con que la película se centre, exclusivamente, en este ya legendario activista y estadista, se trata más bien de narrarnos cómo se construye el imaginario colectivo. La novela de Carlin muestra cómo Mandela aprovecha el deporte nacional surafricano, el rugby, con permiso del fútbol, para construir identidad como pueblo, como nación, intentando tapar la dramática historia del apartheid.
El modo en el que guión se desarrolla delante de nuestros ojos nos centra en dos aspectos fundamentales, cómo el deporte, hoy en día, construye imaginario colectivo y cómo la inteligencia de Mandela lo aprovecha. Para ello se cuenta con grandes actores, impresionante Morgan Freeman, es necesario ver esta película en versión original para poder escuchar cómo él y Matt Damon realizan un trabajo fuera de serie con el acento surafricano. La vocalización del primero recuerda muchísimo a la de Mandela.
Otra cosa es el aspecto racional. La mitomanía que nos ha tocado vivir necesita construir héroes, muchas veces, como en el caso de los actuales héroes juveniles de Disney, para conseguir beneficios vía marketing, la película de Eastwood pretende construir héroes pero no tanto, y se echa en falta, reflexionar sobre sus actitudes y sus vidas. Todo eso, de lo que también hay algo, pasa a un segundo plano porque de lo que se trata es de mostrar la construcción de unos héroes. Con ese planteamiento, películas como Victory (Evasión o Victoria, J. Huston 1.981) o Any Given Sunday (Un Domingo Cualquiera, Oliver Stone, 1.999) se acercan a ésta.
Pero adolece la cinta de un exceso de fibra sensible y falta de reflexión para mi gusto. Las escenas propiamente de rugby no son nada del otro mundo y ocupan demasiado tiempo de metraje. Muchos secundarios son clichés al servicio del efectismo, demasiadas escenas recuerdan a un anuncio de la FIFA anunciando un mundial de fútbol.
En todo caso, está bien hacernos caer en la cuenta, una vez más, de lo que los pueblos valoran hoy en día como cohesión. Cabe recordar los miles de personas que salieron a la calle en el País Vasco con las recientes victorias de la selección española. Quizás los productores españoles deban hacer metrajes sobre la respuesta colectiva a sucesos de nuestra historia como el 23-F o el 11-M para construir imaginario colectivo, quizás sea más racional esa perspectiva que el aglutinamiento detrás de un balón. Puede ser una pena, pero es así.
La cinta, por tanto, está lejos del nivel demostrado por Eastwood en muchas cintas. Es irregular y efectista, pero carece del poderío reflexivo del Eastwood de las últimas décadas. No obstante hay cosas buenas, escuchar a Freeman, por ejemplo.
Lo mejor: Morgan Freeman
Lo peor: Un guión poco del estilo de Eastwood.
Levemente recomendable.
Tampoco estoy muy de acuerdo con que la película se centre, exclusivamente, en este ya legendario activista y estadista, se trata más bien de narrarnos cómo se construye el imaginario colectivo. La novela de Carlin muestra cómo Mandela aprovecha el deporte nacional surafricano, el rugby, con permiso del fútbol, para construir identidad como pueblo, como nación, intentando tapar la dramática historia del apartheid.
El modo en el que guión se desarrolla delante de nuestros ojos nos centra en dos aspectos fundamentales, cómo el deporte, hoy en día, construye imaginario colectivo y cómo la inteligencia de Mandela lo aprovecha. Para ello se cuenta con grandes actores, impresionante Morgan Freeman, es necesario ver esta película en versión original para poder escuchar cómo él y Matt Damon realizan un trabajo fuera de serie con el acento surafricano. La vocalización del primero recuerda muchísimo a la de Mandela.
Otra cosa es el aspecto racional. La mitomanía que nos ha tocado vivir necesita construir héroes, muchas veces, como en el caso de los actuales héroes juveniles de Disney, para conseguir beneficios vía marketing, la película de Eastwood pretende construir héroes pero no tanto, y se echa en falta, reflexionar sobre sus actitudes y sus vidas. Todo eso, de lo que también hay algo, pasa a un segundo plano porque de lo que se trata es de mostrar la construcción de unos héroes. Con ese planteamiento, películas como Victory (Evasión o Victoria, J. Huston 1.981) o Any Given Sunday (Un Domingo Cualquiera, Oliver Stone, 1.999) se acercan a ésta.
Pero adolece la cinta de un exceso de fibra sensible y falta de reflexión para mi gusto. Las escenas propiamente de rugby no son nada del otro mundo y ocupan demasiado tiempo de metraje. Muchos secundarios son clichés al servicio del efectismo, demasiadas escenas recuerdan a un anuncio de la FIFA anunciando un mundial de fútbol.
En todo caso, está bien hacernos caer en la cuenta, una vez más, de lo que los pueblos valoran hoy en día como cohesión. Cabe recordar los miles de personas que salieron a la calle en el País Vasco con las recientes victorias de la selección española. Quizás los productores españoles deban hacer metrajes sobre la respuesta colectiva a sucesos de nuestra historia como el 23-F o el 11-M para construir imaginario colectivo, quizás sea más racional esa perspectiva que el aglutinamiento detrás de un balón. Puede ser una pena, pero es así.
La cinta, por tanto, está lejos del nivel demostrado por Eastwood en muchas cintas. Es irregular y efectista, pero carece del poderío reflexivo del Eastwood de las últimas décadas. No obstante hay cosas buenas, escuchar a Freeman, por ejemplo.
Lo mejor: Morgan Freeman
Lo peor: Un guión poco del estilo de Eastwood.
Levemente recomendable.