Título: Zero dark thirty (La noche más oscura)
Año: 2.012/ 157'/ EE.UU.
Dirección: Kathryn Bigelow
Guion: Mark Boal
Música: Alexandre Desplat
Fotorafía: Greig Fraser
Reparto: Jessica Chastain, Joel Edgerton, Taylor Kinney, Kyle Chandler, Jennifer Ehle, Mark Strong, Chris Pratt, Mark Duplass, Harold Perrineau, Jason Clarke, Édgar Ramírez, Scott Adkins, Frank Grillo, Lee Asquith-Coe, Fredric Lehne, James Gandolfini, Reda Kateb, Fares Fares, Stephen Dillane
La barbarie en el siglo XX coincidió con la pérdida de la razón ilustrada por parte de quienes menos deberían haberla perdido porque Alemania fue una de las responsables de que los valores ilustrados se extendieran por Europa. La Ilustración tuvo muchos padres y madres pero uno de ellos fue el Enciclopedismo que perseguía ciudadanos más responsables políticamente y, para ello, Voltaire y Diderot sabían que debían elevar el nivel cultural medio del ciudadano francés promedio.
Todo esto viene a cuento de que Zero dark thirty es una película moralmente lamentable. Lamentable porque cuenta la caza de un hombre, una caza que transgredió todo tipo de códigos legales, empezando por la carta de Derechos Humanos. En esa película se enseña y se justifica con total impunidad que la tortura, el asesinato, la violación de fronteras y leyes son justificables si detrás está la venganza.
Nos hacen creer que se trata de un guerra, pero no es así. Existe la barbarie del otro lado, por supuesto; la estupidez más absoluta puesta al servicio de la religión sólo puede engendrar imbecilidad, odio, incultura y barbarie. Y aquellos que todavía creen en la guerra como un deber santo, son ignorantes y delicuentes y como tal hay que tratarlos.
Pero el agredido, en este caso un país civilizado que proclama la libertad y la justicia como sus pilares fundamentales, no puede responder a semejantes ataques con las mismas armas. Sencillamente no puede porque es un paso más para convertir el mundo en algo más parecido a lo que queremos olvidar, en lo que fue el terror de la violencia de Estado en la Alemania del siglo XX
Es injustificable que el presidente de un país como EE.UU., consienta no sólo la tortura sino una operación que está destinada a ejecutar hombres, mujeres y niños, por muy culpables que hayan sido.
El respeto a la ley internacional y a las fronteras exige que esas personas sean capturadas, detenidas y enjuiciadas por los crímenes que cometieron y no ajusticiados en sus camas tal y como se haría en la época en la que el término barbarie fue acuñado.
Al margen de que la película es moralmente alarmante, a este espectador le ha parecido soberanamente aburrida. Es verdad que la indignación es algo que no permite ser objetivos con los méritos o deméritos de un film, pero también es cierto que en una película tan larga como ésta en la que un tercio del metraje se dedica a la tortura y otro tercio a una operación militar de noche y casi a oscuras poco da para ofrecer que no sean apartados técnicos.
Existe un cierto interés en ver los esfuerzos de la protagonista para llevar su misión a cabo. Pero ese interés se viene abajo por la manía tan hollywoodienses de construir mitos y héroes, sin fisuras, blancos, puros y radiantes. Interés que además es contaminado por las burdas alabanzas a la administración demócrata por parte de la directora y del guionista.
Técnicamente merece reconocimiento porque la película destaca en dichos aspectos, pero no hace falta mucho para entender que una película de este estilo, una película sobre miles de horas torturando a prisioneros, filtrando millones de horas de conversaciones telefónicas, páginas web y demás, no puede ser sino un aburrimiento que sólo se puede convertir en algo destacable por la sed de venganza más despreciable y por la necesidad de construir héroes que nos acecha.
La memoria de los asesinados por la demencia terrorista religiosa no se merecen que se vea ensuciada por ejecuciones de niños inocentes tal y como se demuestra en este film.
Triste, tan triste que lo único interesante del film son las reacciones de la protagonista al desenlace del asunto.
El gesto de Hank Deerfield (Tommy Lee Jones) en la película In the Valley of Elah de Paul Haggis, de darle la vuelta a la bandera cobra un sentido de imperiosa necesidad después de ver esta película y asumir la cercanía a los hechos históricos de su narración.
Lo mejor: La fotografía, Jessica Chastain.
Lo peor: Que está inspirada en hechos reales y no es ciencia ficción
No recomendable