Título: The Big One
Año: 1.997/ 91' U.S.A.
Dirección: Michael Moore
Guión: Michael Moore
Documental
La crítica irónica y la desmesura son las armas que Michael Moore utiliza para demostrar la irracionalidad de su sociedad en diferentes e importantes asuntos. En este caso, los tiros se dirigen contra las grandes empresas y consorcios norteamericanos que cierran sus empresas o las deslocalizan hacia países en vías de desarrollo para acortar los costos y aumentar los beneficios.
De lo que no cabe ninguna duda es de que los documentales de este autor han ayudado a revitalizar el género y hacerlo accesible no sólo para entendidos sino para el gran público y para las salas comerciales. Ese es un hecho indiscutible, al que no caben muchas objeciones, que Michael Moore elige siempre formas existosas de comunicación.
Podemos entrar a juzgar que sus argumentos son, a veces simples, a veces discutibles, a veces no toda la verdad, pero, en todo caso, suponiendo que la crítica no es una característica muy extendida en su país, y menos la autocrítica, el papel de Moore se antoja no sólo positivo sino necesario.
No es solución para los problemas del mundo que las compañías no se vayan a los países en vías de desarrollo donde se pagarán dos céntimos al día a los trabajadores. Cerrar esas empresas o volverlas a naturalizar en el primer mundo, no ayudaría a arreglar el hambre en el mundo ni la injusticia social, aparentemente, sólo solucionaría los problemas de las ciudades que han dejado sin trabajo. No obstante, si somos capaces de mirar más allá, vemos que lo que se denuncia no es tal o cual decisión de esta o aquélla empresa, de lo que se trata es de denunciar la irracionalidad de las decisiones tomadas por los consejos directivos o los presidentes de esas grandes corporaciones. Lo que, podemos creer, que debe ser dirigido en base a criterios lógicos, sólo son decisiones que un mero examen tira por tierra. Ese es el papel de los documentales de Moore, demostrar que las leyes de Murphy no son ciencia ficción.
Se puede estar de acuerdo o no con sus ideas, pero es notorio que sus documentales consiguen el efecto pretendido. Además, como cine, goza de muy buena salud.
Lo mejor: La ironía de Michael Moore en todo su brilloDe lo que no cabe ninguna duda es de que los documentales de este autor han ayudado a revitalizar el género y hacerlo accesible no sólo para entendidos sino para el gran público y para las salas comerciales. Ese es un hecho indiscutible, al que no caben muchas objeciones, que Michael Moore elige siempre formas existosas de comunicación.
Podemos entrar a juzgar que sus argumentos son, a veces simples, a veces discutibles, a veces no toda la verdad, pero, en todo caso, suponiendo que la crítica no es una característica muy extendida en su país, y menos la autocrítica, el papel de Moore se antoja no sólo positivo sino necesario.
No es solución para los problemas del mundo que las compañías no se vayan a los países en vías de desarrollo donde se pagarán dos céntimos al día a los trabajadores. Cerrar esas empresas o volverlas a naturalizar en el primer mundo, no ayudaría a arreglar el hambre en el mundo ni la injusticia social, aparentemente, sólo solucionaría los problemas de las ciudades que han dejado sin trabajo. No obstante, si somos capaces de mirar más allá, vemos que lo que se denuncia no es tal o cual decisión de esta o aquélla empresa, de lo que se trata es de denunciar la irracionalidad de las decisiones tomadas por los consejos directivos o los presidentes de esas grandes corporaciones. Lo que, podemos creer, que debe ser dirigido en base a criterios lógicos, sólo son decisiones que un mero examen tira por tierra. Ese es el papel de los documentales de Moore, demostrar que las leyes de Murphy no son ciencia ficción.
Se puede estar de acuerdo o no con sus ideas, pero es notorio que sus documentales consiguen el efecto pretendido. Además, como cine, goza de muy buena salud.
Lo peor: Reiteración de argumentos, falta de ritmo.
Recomendable.
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