domingo, 5 de septiembre de 2010

Un Prophète (Un Profeta)


Título: Un Prophète (Un Profeta)
Año: 2.009/ 150'/ Francia
Dirección Jacques Audiard
Guión: Jacques Audiard, Thomas Bidegain
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Stèohane Fontaine
Reparto: Tahar Rahim, Niels Arestrup, Salem Kali, Alaa Oumouzoune

Tras mucho perseverar lo he logrado, esta película francesa de Jacques Audiard merece y mucho la pena. Se trata de una narración de género carcelario que se centra en la creación de un Malamadre si tomamos la película de Daniel Monzón, Celda 211 del 2009 como ejemplo del mismo género. La forma en la que Audiard maneja los elementos de las producciones antiguas del mismo estilo es magistral; su desempeño muestra cómo es posible reinventar el cine sin mayores artimañas que el mismo cine, no hay nada que sobre y nada que falte, lo que es decir mucho teniendo en cuenta el metraje del largo.
No hay moralina, tampoco, no hay redención del personaje principal a través de supuestas fallas del sistema o de un pasado turbulento de familia desestructurado, lo que se cuenta es el ascenso de un personaje de poca monta que, apoyado en exclusiva en su sentido común, logra encaramarse no sólo en la posición más elevada de una población reclusa sino, además, labrarse una oportunidad fuera de la misma.
Un sobreviviente que aprovecha con inteligencia sus cartas aprendiendo de los que han llegado a donde él quiere y que camina por los pasillos de la cárcel aprendiendo el lenguaje de la misma y adaptándolo a sus necesidades.
La mirada de la cámara nos conduce, y es otro de los grandes aciertos del guión, al mundo interior del protagonista, mostrando sus momentos íntimos y sus debilidades; con cada una de esas escenas, sin mayor informacion que la acción que se desarrolla delante de nuestros ojos, tenemas cumplidas las necesidades para construir un personaje tan rico en matices que domina por sí solo la escena narrativa.
La crudeza con la que el personaje se presenta nos recuerda a aquellos personajes del cine negro de siempre en el que la moral jugaba su papel entre líneas, de forma lo suficientemente inteligente para que el espectador llenase los huecos y las escenas con la información suministrada por la propia acción, eso era todo. Y eso es todo lo que se necesita cuando la película descubre sus cartas desde el principio con tanto acierto.
Mención especial merece Tahar Rahim que ha sabido dotar a su personaje de esa humanidad de la que carecen tantos personajes que intentan parecérsele. Sus dudas, sus idas y venidas en una misma baldosa dicen lo necesario para conectar al momento con lo que siente y lo que dice, incluso, como decía antes, con sus monstruos interiores.
La libertad, su libertad no es una palabra vacía, es un sueño que se encarga de realizar con sus propias manos, porque está muy claro que nadie le va a ayudar a conseguirlo. Maneja y es manejado en un complejo juego que bien podría ser el de la realidad fuera de la celda, el de cualquier empresa, por ejemplo.
Los mismos juegos y las mismas trampas, sólo que en este caso, no es la fortuna la que mueve la rueda del destino, es la propia vida. Vida que es, ante todo, épica.


Lo mejor: El guión. Tahar Rahim
Lo peor: Nada es tan malo como para ser destacado.
Muy recomendable

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