Título: Berlin Calling
Año: 2.008/ 100'/ Alemania
Dirección: Hannes Stöhr
Guión: Hannes Stöhr
Música: Paul Kalkbrenner
Reparto: Paul Kalkbrenner, Rita Lengyel, Corinna Harfouch, Araba Walton
Interesante cinta que parece tener tintes biográfico porque el protagonista y autor de la propia banda sonora del film se zambulle en un mundo que conoce bien dado que es un dj reconocido.
Se trata de una historia de introspección y autodestrucción personal que propone un lenguaje muy sugerente para ser contada y un interesante ramillete de personajes que con cuatro pinceladas quedan bien diseñados. Especialmente el de su protagonista y su padre.
El minimalismo del que hace gala la película hace ganar en originalidad y frescura esta producción que juega a explorar territorios de demonios personales.
Dentro de los largos que se han producido en torno al tema de las drogas, no juega el de Stöhr, con el impacto que pueda tener en el espectador el aniquilamiento del sujeto. No se trata aquí de escudriñar los territorios que indagó Díaz Yanes en su buen largo Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, del año 1.995. Éste no es el prisma que se quiere contar. La perspectiva es totalmente diferente. Lo que está en juego, además del costumbrismo de mostrar el mundo de las discotecas y los djs de este tipo, es cómo salir de esa espiral en la que mucha gente hoy en día se ve envuelta.
Esa purificación y búsqueda de la salida del túnel es lo que anima los cien minutos de un metraje que, sin grandes artificios, consigue un producto digno.
Otra cosa es que el acercamiento a este film esté condicionado por lo que le llame a uno, o deje de llamarle, este singular mundo que no es para todos los paladares, evidentemente. Habrá personas, estoy seguro, que critiquen el esfuerzo porque no les cause el mayor interés. Pero eso no juega en detrimento de las bondades del largo.
Cualquier historia, si se cuenta bien, merece la pena ser vista. La de Berling Calling, tiene méritos.
Lo mejor: El minimalismo de su guión
Lo peor: Producción demasiado encasillada.
Interesante.
Se trata de una historia de introspección y autodestrucción personal que propone un lenguaje muy sugerente para ser contada y un interesante ramillete de personajes que con cuatro pinceladas quedan bien diseñados. Especialmente el de su protagonista y su padre.
El minimalismo del que hace gala la película hace ganar en originalidad y frescura esta producción que juega a explorar territorios de demonios personales.
Dentro de los largos que se han producido en torno al tema de las drogas, no juega el de Stöhr, con el impacto que pueda tener en el espectador el aniquilamiento del sujeto. No se trata aquí de escudriñar los territorios que indagó Díaz Yanes en su buen largo Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, del año 1.995. Éste no es el prisma que se quiere contar. La perspectiva es totalmente diferente. Lo que está en juego, además del costumbrismo de mostrar el mundo de las discotecas y los djs de este tipo, es cómo salir de esa espiral en la que mucha gente hoy en día se ve envuelta.
Esa purificación y búsqueda de la salida del túnel es lo que anima los cien minutos de un metraje que, sin grandes artificios, consigue un producto digno.
Otra cosa es que el acercamiento a este film esté condicionado por lo que le llame a uno, o deje de llamarle, este singular mundo que no es para todos los paladares, evidentemente. Habrá personas, estoy seguro, que critiquen el esfuerzo porque no les cause el mayor interés. Pero eso no juega en detrimento de las bondades del largo.
Cualquier historia, si se cuenta bien, merece la pena ser vista. La de Berling Calling, tiene méritos.
Lo mejor: El minimalismo de su guión
Lo peor: Producción demasiado encasillada.
Interesante.
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