Título: Revolutionary Road
Año 2.008/119'/EE.UU.
Dirección: Sam Mendes
Guión: Justin Haythe
Música: Thomas Newman
Fotografía: Roger Deakins
Reparto: Loenardo DiCaprio, Kate Winslet, Kathy Bates, Michael Shannon
El Sam Mendes de Road to Perdition (Camino a la perdición) o American Beauty o incluso de Jarhead se ha perdido en esta película, conste que no sabemos si el problema no será de la novela de Richard Yates, pero lo que es cierto es que en esta ocasión el director ha perdido la perspicacia y la finura que demostró en algunas de sus películas anteriores.
Prentende la historia llevarnos a los mismos terrenos de American Beauty, la crítica a la sociedad norteamericana, al sueño norteamericano. En esta ocasión, por el devenir de una familia de clase media que sufre los problemas de la vida. Pero el gran fallo de la interesante apuesta es que no se entienden ni los problemas ni las reacciones de los personajes principales (excelente DiCaprio que mejora película a película, mal Kate Winslet a quien no le recordamos ni un solo papel a la altura de las circunstancias).
El marasmo de sentimientos que el día a día provoca en la vida familiar de esta pareja desata en un arrebato inexplicable de Kate Winslet que escena a escena va pasando por reacciones cada vez más abstrusas de entender. Suponemos que el argumento no nos quiere contar la historia de una pareja en la que uno de los lados necesita urgentemente una revisión psiquiátrica, y, si lo que quiere es hacernos reflexionar sobre la angustia que produce el ritmo de vida norteamericano, no se nos plantea bien cuando el personaje de Kate Winslet se limita a tener ataques de histeria incontrolada que le llevan de amar a odiar a su pareja escena sí, escena no.
Tan incomprensibles son las reacciones del papel femenino principal que se deben hacer piruetas con el guión y se sacan a los hijos de la pareja de delante durante todo el metraje. Esta solución que lanza focos sobre el matrimonio, sorprende sobre manera ya que no tenemos escenas de familia en la historia de una casa que se desmorona poco a poco.
Europa, en concreto París, es El Dorado que se parece elegir para salvar los muebles de una relación caótica y titánica, pero en ningún momento, los verdaderos demonios, los cotidianos, aparecen en primer plano.
Para cumplir lo que se nos promete o lo que parece prometernos, se debería haber pulido mucho más un guión que adolece de descansar en dos estrellas que tampoco justifican la película.
Lo mejor: La interpretación de Leonardo DiCaprio
Lo peor: El guión, deshilachado e incompleto. Kate Winslet que en su histrionismo no da muestras de saber dar vida a una madre normal sino a una paranoica. El final ayuda a echar más leña al fuego del caos.
Poco recomendable.
Año 2.008/119'/EE.UU.
Dirección: Sam Mendes
Guión: Justin Haythe
Música: Thomas Newman
Fotografía: Roger Deakins
Reparto: Loenardo DiCaprio, Kate Winslet, Kathy Bates, Michael Shannon
El Sam Mendes de Road to Perdition (Camino a la perdición) o American Beauty o incluso de Jarhead se ha perdido en esta película, conste que no sabemos si el problema no será de la novela de Richard Yates, pero lo que es cierto es que en esta ocasión el director ha perdido la perspicacia y la finura que demostró en algunas de sus películas anteriores.
Prentende la historia llevarnos a los mismos terrenos de American Beauty, la crítica a la sociedad norteamericana, al sueño norteamericano. En esta ocasión, por el devenir de una familia de clase media que sufre los problemas de la vida. Pero el gran fallo de la interesante apuesta es que no se entienden ni los problemas ni las reacciones de los personajes principales (excelente DiCaprio que mejora película a película, mal Kate Winslet a quien no le recordamos ni un solo papel a la altura de las circunstancias).
El marasmo de sentimientos que el día a día provoca en la vida familiar de esta pareja desata en un arrebato inexplicable de Kate Winslet que escena a escena va pasando por reacciones cada vez más abstrusas de entender. Suponemos que el argumento no nos quiere contar la historia de una pareja en la que uno de los lados necesita urgentemente una revisión psiquiátrica, y, si lo que quiere es hacernos reflexionar sobre la angustia que produce el ritmo de vida norteamericano, no se nos plantea bien cuando el personaje de Kate Winslet se limita a tener ataques de histeria incontrolada que le llevan de amar a odiar a su pareja escena sí, escena no.
Tan incomprensibles son las reacciones del papel femenino principal que se deben hacer piruetas con el guión y se sacan a los hijos de la pareja de delante durante todo el metraje. Esta solución que lanza focos sobre el matrimonio, sorprende sobre manera ya que no tenemos escenas de familia en la historia de una casa que se desmorona poco a poco.
Europa, en concreto París, es El Dorado que se parece elegir para salvar los muebles de una relación caótica y titánica, pero en ningún momento, los verdaderos demonios, los cotidianos, aparecen en primer plano.
Para cumplir lo que se nos promete o lo que parece prometernos, se debería haber pulido mucho más un guión que adolece de descansar en dos estrellas que tampoco justifican la película.
Lo mejor: La interpretación de Leonardo DiCaprio
Lo peor: El guión, deshilachado e incompleto. Kate Winslet que en su histrionismo no da muestras de saber dar vida a una madre normal sino a una paranoica. El final ayuda a echar más leña al fuego del caos.
Poco recomendable.
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