Título: The Reader (El Lector)
Año: 2.008/123'/ USA
Dirección: Stephen Daldry
Guión: David Hare (Novela: Bernhard Schlink)
Música: Nico Muhly
Fotografía: Chris Menges, Roger Deakins
Reparto: Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, Bruno Ganz
En la historia del cine vemos contadas historias de amor de todos los gustos y colores, probablemente, sea el tema por excelencia. Daldry no es un director al que le tenga veneración, Billy Elliot (2.000) me pareció meliflua y sin alma y, en esta ocasión, tampoco voy a mejorar mucho la opinión que tengo de él. Por el contrario, sí que me equivoqué al respecto de Kate Winslet, siempre creí que no nos iba a regalar ningún gran papel, pero en The Reader lo consigue, probablemente lo mejor de la película, al menos en sus tres primeras cuartas partes. La interpretación que consigue de Hanna Schmitz es de nota alta excepto cuando se ablanda por el paso del tiempo.
Esta historia de amor suena a demasiado tópica, me hizo recordar a la sempiterna historia entre montescos y capuletos, la diferencia es que aquí, lo que echa al traste con la relación es un asunto un tanto peliagudo.
La cuestión moral que está en juego es si uno puede estar enamorado de alguien que ha cometido hechos terribles. Me da la sensación de que a Daldry y a sus guionistas, y al novelista, les ha entrado el miedo a la hora de responder a la pregunta y deciden convertir al personaje en una especie de víctima de sus propios límites. Falta la valentía necesaria para acudir al planteamiento a pecho descubierto y haber puesto el dedo en la llaga de lo que se quiere contar en vez de pasar de puntillas y justificar con ideas de folletín los hechos.
Además, al haber utilizado el calzador para cuadrar la suma de dos más dos, esta película cae en un planteamiento igual de mezquino y, por suerte, ya olvidado. Creían antiguamente, que aquel que hacía las cosas de forma equivocada era el ignorante. Este planteamiento tenía dos implicaciones, por un lado, la saludable idea de que se deberían derribar las cárceles y construir escuelas; pero por otro lado, lo que es fácil inferir es que los letrados y de buena familia no podían cometer tropelías.
El problema de la trama que nos narra Daldry es que el propio Tercer Reich nos ha demostrado que esa idea es falsa, tremendamente falsa.
Desde mi punto de vista, sería mucho más interesante y mucho más original si se nos contase la idea de forma descarnada y dura. Me enamoro de un monstruo moral, ¿y ahora qué?.
En vez de eso se camina sin fuerza ni tensión a lo largo de los años, dando unos saltos temporales en los que, paulatinamente, se van edulcorando las premisas y planteamientos.
La película tiene aciertos indudables pero no acaba de dar el salto de calidad que la convierta en algo más.
Uno de los mayores problemas es, precisamente, esos saltos en el tiempo que no consiguen veracidad y rompen, una y otra vez, la necesaria unidad.
A la dirección le falta tensión para ponernos en el dramatismo de la historia, la dirección ayuda a eliminar tensiones, a creernos que estamos ante un folletín, que no debería ser el caso.
Bruno Ganz, Ralph Fiennes y Kate Winslet ayudan a que la película tenga méritos. Es una pena porque la película promete pero se queda en entrante y no pasa a plato principal.
Lo mejor: Kate Winslet
Lo peor: Daldry
Pasable
Esta historia de amor suena a demasiado tópica, me hizo recordar a la sempiterna historia entre montescos y capuletos, la diferencia es que aquí, lo que echa al traste con la relación es un asunto un tanto peliagudo.
La cuestión moral que está en juego es si uno puede estar enamorado de alguien que ha cometido hechos terribles. Me da la sensación de que a Daldry y a sus guionistas, y al novelista, les ha entrado el miedo a la hora de responder a la pregunta y deciden convertir al personaje en una especie de víctima de sus propios límites. Falta la valentía necesaria para acudir al planteamiento a pecho descubierto y haber puesto el dedo en la llaga de lo que se quiere contar en vez de pasar de puntillas y justificar con ideas de folletín los hechos.
Además, al haber utilizado el calzador para cuadrar la suma de dos más dos, esta película cae en un planteamiento igual de mezquino y, por suerte, ya olvidado. Creían antiguamente, que aquel que hacía las cosas de forma equivocada era el ignorante. Este planteamiento tenía dos implicaciones, por un lado, la saludable idea de que se deberían derribar las cárceles y construir escuelas; pero por otro lado, lo que es fácil inferir es que los letrados y de buena familia no podían cometer tropelías.
El problema de la trama que nos narra Daldry es que el propio Tercer Reich nos ha demostrado que esa idea es falsa, tremendamente falsa.
Desde mi punto de vista, sería mucho más interesante y mucho más original si se nos contase la idea de forma descarnada y dura. Me enamoro de un monstruo moral, ¿y ahora qué?.
En vez de eso se camina sin fuerza ni tensión a lo largo de los años, dando unos saltos temporales en los que, paulatinamente, se van edulcorando las premisas y planteamientos.
La película tiene aciertos indudables pero no acaba de dar el salto de calidad que la convierta en algo más.
Uno de los mayores problemas es, precisamente, esos saltos en el tiempo que no consiguen veracidad y rompen, una y otra vez, la necesaria unidad.
A la dirección le falta tensión para ponernos en el dramatismo de la historia, la dirección ayuda a eliminar tensiones, a creernos que estamos ante un folletín, que no debería ser el caso.
Bruno Ganz, Ralph Fiennes y Kate Winslet ayudan a que la película tenga méritos. Es una pena porque la película promete pero se queda en entrante y no pasa a plato principal.
Lo mejor: Kate Winslet
Lo peor: Daldry
Pasable
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