viernes, 12 de abril de 2013

Balada triste de trompeta


Título: Balada triste de trompeta
Año: 2.010/ 107'/ España
Dirección: Álex de la Iglesia
Guion: Álex de la Iglesia
Música: Roque Baños
Fotografía: Kiko de la Rica
Reparto: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Santiago Segura, Sancho Gracia, Manuel Tejada, Manuel Tallafé, Alejandro Tejería, Fernando Guillén Cuervo, Enrique Villén, Terele Pávez, José Manuel Cervino, Gracia Olayo, Luis Varela, Joaquín Climent, Juana Cordero, Raúl Arévalo, Fran Perea


No hay peor cosa que copiarse a uno mismo. Y si la copia se convierte en esperpento, peor aún. Balada triste recuerda a los inicios de Álex de la Iglesia, especialmente Acción mutante y El día de la bestia (1.993 y 95, respectivamente). Ambas son grandes películas porque fueron capaces, cada una a su manera, de socavar el orden establecido, por lo menos en parte, con una mezcla de brutez e ingenio que mucha falta hacía en el cine español. Incluso, en el caso de El día de la bestia, se llegaba a hacer algo realmente innovador en nuestro cine como desmitificar mitos tan arraigados en el imaginario colectivo de la sociedad. Y se hacía, como digo, de forma inteligente.
Balada triste pretende hacer algo por el estilo, aunque de forma más grandilocuente porque presume de repensar la historia más reciente de España. Incluso la famosa escena del anuncio de neón de la Castellana de El día de la Bestia tiene su contrapunto con la escena de la Cruz del Valle de los Caídos. Balada triste persigue aquellas dos películas como si el director y guionista quisiera recuperar el brillo de aquellas, pero no lo consigue en absoluto.
No lo consigue porque a partir de los dos o tres interesantes primeros minutos, el guion se pierde en sí mismo con una sucesión de escenas absurdas y sin sentido que van dando saltos hacia ninguna parte.
Algunos de los personajes que rodean al terceto principal son tan delirantes que parece que su devenir en la trama se ha trazado a cuchillo más que a bolígrafo, se me viene a la memoria la estupidez con la que el personaje del motorista fantasma acaba sus días.
Pero los personajes principales, débiles remedos, símbolos perdidos y pedantes del concepto de las dos Españas, tampoco obtienen mejores réditos por culpa de un guion alterado, visceral, oportunista y nada autocontenido. Y cuando digo nada autocontenido me refiero a que más allá de la idea no parece haber habido ni una pizca de reflexión sobre qué hacer con la misma, y si la ha habido, no se advierte.
Uno de los actores más interesantes del panorama nacional es Antonio de la Torre, sólo gracias a él y a un inspirado y entregado Carlos Areces, se puede, a duras penas, soportar tamaño sonrojo de película.
Carolina Bang no ofrece mucho más que el dominio de unas telas que no tienen nada que ver con el período histórico que nos ocupa pero eso tampoco parece preocuparle al guionista y director.
Tampoco parece importarle plagiarse a sí mismo tan mal, tan rematadamente mal que se convierte en un propia parodia, una muy mala parodia.
Ningún personaje merece tal nombre y se meten con calzador acontecimientos históricos para dar sentido a la premisa mayor. Es decir; como repienso la historia de España, debo utilizarla para justificarme, pero lo único obvio es que la utiliza para sus desvaríos, no para repensarla. Y todo ello perlado de una cámara espasmódica que añade mayor nerviosismo y confusión al resultado.
La memoria de dos grandes películas como los dos primeros largos de este director, no se merecían semejante tributo.

Lo mejor: Antonio de la Torre
Lo peor: El guion, la dirección y Carolina Bang
Muy mala



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