domingo, 12 de enero de 2014

La Grande Bellezza (La gran belleza)


Título: La Grande Bellezza (La gran belleza)
Año: 2.013/ 142'/ Italia
Dirección: Paolo Sorrentino
Guion: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello
Música: Lele Martichelli
Fotografía: Luca Bigazzi
Reparto: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Luca Marinelli, Giorgio Pasotti, Massimo Popolizio.



Película personal que posee una buena dosis de surrealismo y que juega hábilmente sus virtudes para tapar, con las mismas armas, sus defectos.
Parece mentira que una película tan subjetiva en la que el director y guionista parece dedicarse a plasmar sus puntos de vista sobre lo divino y lo humano haya alcanzado tanto éxito. Pero quizás no sea tan extraño porque una de las primeras cosas que sorprende, en cuanto nos hemos repuesto del fundido en negro final, es de la veracidad de la cámara de Sorrentino, no hay concesiones a nada ni a nadie, ha contado lo que le ha dado la gana y como le ha dado la gana. 
Y ese contar que es esencial a La Grande Bellezza es otro de sus nudos fundamentales. La película se engarza en una serie de capítulos, en apariencia desconectados, que tienen su nexo de unión en cómo afectan al personaje principal, a Jep Gambardella. Esas pequeñas microhistorias nos dejan ver, en conjunto, cómo es el universo del protagonista y, más aún, cómo es su forma de estar arrojado en el mundo.
Y ese es otro de los principales activos de la película, el personaje de Jep Ganbardella es humano, real, cínico, creíble, irresponsable, vividor, atractivo; que tiene, en fin, todas esas características de muchas de esas cosas que llamamos gente. Pero es que, además, a Jep le da vida un soberbio Toni Servillo que en cada calada de su cigarrillo construye un personaje denso y poderoso.
El tercer pilar sobre el que se asienta la película es una cuidadísima estética postmoderna. Algo muy de moda que se utiliza para desvirtuar los modelos ilustrados y dejarnos a merced de un personaje de corte existencialista con pocas fisuras a excepción de un núcleo neo-romántico.
Pero esas fortalezas no deben engañarnos a la hora de descubrir las carencias de la película, que las hay. Para empezar, las críticas duras y constantes al mundo del arte y a la sociedad italiana actual enmascaran problemas con un guion deshilachado. Muy visceral pero poco madurado. Una panoplia de mis gustos y disgustos al estilo de lo peor de Facebook que nos lleva de la mano con unos golpes teatrales muy del estilo del primer Tarantino, incluidos los revivals de la estudiada banda sonora.
No nos engañemos porque asistimos a un gracejo que esconde, a la manera del Tributo a Carlos Paredes de Edgar Pera, la exaltación de mi punto de vista sobre mi ciudad favorita, en este caso Roma y no Lisboa, pero el intenso documental que propone el buen director portugués para su sensibilidad, no da para organizar una obra maestra en el caso de Sorrentino.
Aunque, en todo caso, uno, y más si es travieso, se lo pasa muy bien. Y eso a pesar de que la belleza pueda no tener la misma definición para el espectador, que para Trecet o que para el director.


Lo mejor: Toni Servillo
Lo peor: Indefinición
Recomendable



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