jueves, 1 de marzo de 2012

Jûsan-nin no shikaku (13 Assassins. 13 Asesinos)


Título: Jûsan-nin no shikaku (13 Assessins. 13 Asesinos)
Año: 2.010/ 126'/ Japón
Dirección: Takashi Miike
Guion: Takashi Miike, Daisuke Tengan (Historia: Kaneo Ikegami) 
Música: Kôji Endô
Fotografía: Nobuyasu Kita
Reparto: Kôji Yakuso, Takayuki Yamada, Yûsuke Iseya, Gorô Inagaki, Masachika Ichimura, Mikijiro Hira, Hiroki Matsukata, Ikki Sawamura, Arata Furuta, Tsuyoshi Ihara, Masataka Kubota, Sôsuke Takaoka, Seiji Rokkaku, Yûma Ishigaki, Kôen Kondô, Ikki Namioka, Shinnosuke Abe, Kazue Fukiishi, Megumi Kagurazaka, Nizaemon Kataoka, Kazuki Namioka.


Las cosas que he visto de la dilatada filmografía de Miike siempre me han gustado. La forma en la que refleja la violencia es muy personal y sus historias siempre tienen algo inquietante y unos personajes cuidados y bien construidos.
13 asesinos es una historia en la que las sorpresas no existen, suena a cine de antes, especialmente de Peckinpah o de Kurosawa, sin olvidarnos que se trata de un remake de la de Eichi Kudo del año 1.960. Sin embargo, pese a que da la sensación de que nada es nuevo, existe, de nuevo, ese toque especial de Miike.
Aunque quizás había que empezar hablando de lo bien que le va al idioma japonés estas historias tan de honor de los samuráis. Es una delicia escuchar en versión original esta cinta y poder disfrutar de las entonaciones tan especiales que posee esta lengua. La versión doblada al inglés es muy pobre en este sentido.
El japonés es un idioma que destila cuidado, honor, épica y eso es lo que posee la cinta de Miike, un cuidado exquisito de las formas, de los planos, de la fotografía. Planos que se meten en la historia como auténticas puñaladas por su fuerza y energía. La épica la tiene la narración porque no existe nada más épico que el honor de un samurái, ya lo vio Zwick en The last Samurai (2.003). 
En general es más disfrutable la primera parte de la película que es en la que la cámara de Miike se presenta más intimista y más cuidadosa de los detalles, no obstante, la segunda parte, esa en la que el desenfreno habitual de Miike inunda la pantalla, tiene su mérito porque existen coreografías muy bellas en medio del baño de sangre habitual. Allí es donde la banda sonora encuentra sus mejores registros como en los cortes siete y diez.
En medio de la refriega existen momentos para dejar destellos sobre la forma de comprender el mundo de unos y otros, existen diferentes puntos de vista sobre la vida, la muerte o la felicidad.

Lo mejor: La dirección.
Lo peor: La fanfarria nos despista del buen cine que allí hay.
Recomendable


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