martes, 21 de febrero de 2012

We need to talk about Kevin (Tenemos que hablar de Kevin)


Título: We need to talk about Kevin (Tenemos que hablar de Kevin)
Año: 2.011/ 110'/ Gran Bretaña
Dirección: Lynne Ramsay
Guion: Lynne Ramsay (Novela: Lionel Shriver)
Música: Johnny Greenwood
Fotografía: Seamus McGarvey
Reparto: Tilda Swinton, Ezra Miller, John C. Reilly, Jasper Newell, Siobhan Fallon, Anna Kuchman, Ashley Gerasimovich.


Es inevitable acordarse de películas que tratan una temática parecida porque, quizás, como historia, no como cine, parece el complemento perfecto de la película de Gus van Sant, Elephant, 2.003. Allí veíamos el suceso, sin mayor análisis, pretendiendo contar de forma cruda y analítica algo inspirado en la locura del Instituto Columbine. En We need to talk about Kevin, se plantea el otro lado, los porqués, la arqueología de quien es llevado o se lleva a sí mismo, a esos límites. Lo que vemos es la vida en familia, desde la concepción, de quien desarrollará esas tendencias asesinas, la relación con su entorno más cercano y su perfil psicológico desde la cuna. Desde ese punto de vista poco que reprochar porque el esfuerzo y el interés son encomiables.
En cuanto al punto de vista formal, la producción posee fuerza y vigor, a menudo las imágenes explican la trama más que los personajes y de eso trata el verdadero cine, la combinación de música e imágenes narra una historia que se despliega con un constante ir y venir del ahora al ayer. Esas combinaciones suponen lo mejor del film. Una poderosa visión personal en la que existe gusto y sentido para lo que se filma.
El problema viene por el fondo. Extrapolar la historia de Kevin a los sucesos acontecidos en las últimas décadas de violencia juvenil en los centros de enseñanza de Estados Unidos y de otros países es lógico y lícito. De hecho no es nada extraño porque la película nos lo sirve en bandeja. Por tanto, debemos partir de que la historia de Kevin no pretende ser un elemento aislado, sino que parece el esfuerzo por comprender la racionalidad escondida en esas cabezas.
Ahí es donde fracasa el film porque parece dejar todo el asunto a una especie de poder que se apodera del agresor desde el mismo momento de su nacimiento. A partir de ese punto, cuando comprendemos que el niño es problemático desde la época del pañal, caben diversas preguntas que la narración obvia. Preguntas necesarias y fundamentales.
Parece que al golpearse con esa pared, la narración camina en otra dirección, no se atreve a someter al toro por los cuernos y decide centrarse en elementos colaterales como la vivencia con la culpa, el perdón o la catarsis.
En todo caso, pese a que el fondo no es lo mejor de la película y a pesar de los errores y las lagunas del film, es necesario dejar constancia de su poder visual. Ese poder visual se ve aumentado gracias al trabajo de Tilda Swinton.

Lo mejor: La dirección
Lo peor: El guion
Interesante.







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